viernes, 21 de enero de 2011

Encontrándome yo en aquel ameno valle donde el reflejo de los pajaritos en el agua cristalina predominando sobre todo lo hermoso aquel ocaso radiante junto la brisa suave que azotaba mi sutil rostro. Hallada bajo el sombrío nogal te recordé... ¡Maldita sea! ¡Madita sea! ¿ Por qué desdichada tu hora que te arrancaron de mi lado? Si pudiera volar y arrojarme en tus brazos...¿Acaso es que no valía más que todo, el trato con aquella alma singular, con aquella amable mujer? Bien sabe Dios a cuanta lágrima derramada al caer la noche sobre mi lecho ante Él y pidiéndole alguna semejanza de ti...mejor no mencionar tu nombre puesto que en el firmamento morirían de celos.
Estando rodeada de la gente la cual se haya entre tanto alboroto, se encuentra de todo, tanto de lo más sabiondo hasta el más inculto y rudo. Pero divisando el azul de las sierras en el horizonte mientras paseo por la placita, observo a las viejas murmurando entre puertas y otras tejiendo su telar para la queridísima nieta. Y en viva imagen me veo yo... puesto de que nadie me arrebata ese recuerdo de la mente que a veces es dañiño al no poderte ver más, ¡lástima que joya en la flor de la vida sea tan frágil!
Después de ver la primavera pasar ante mi y llegar el otoño y en cuanto a lo que me rodea... mis hojas amarillean y con sombría tristeza pero con un vivo recuerdo, y recordando... que solo en sueños te alcanzo.

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